A veces quisiera recordarte como ayer, pero el tiempo no perdona y la memoria se vuelve selectiva.
Recuerdo tus ojos llenos de tantas cosas.
Tus manos protectoras listas para abrazar.
Tu risa oportuna que bañaba de luz hasta el momento más oscuro.
Recuerdo treparme en tu cama para ver juntos el chavo del ocho, reírnos. Verte leer junto a la ventana que orgullosamente tenía la vista hacia tu jardín. Tu uniforme verde militar y admirarte cada vez que lo portabas, tantas veces que te veía afeitarte, tantas veces bailando, tantas recuerdos.
Recuerdo jugar a contar con mis pies las losetas de aquel enorme viejo hospital, solía pasar grandes ratos de mi infancia así.
Recuerdo esas inmensas puertas y asomarme cada vez que se entre abrían para buscarte.
Recuerdo los sonidos y el olor de ese lugar.
Recuerdo a un señor con bata blanca permitirme entrar, colocarme un traje verde, con un cubre bocas, todo esto a escondidas.
Recuerdo verte pálido, agotado, débil, las sondas insertadas en tu cuerpo, la mascara de oxigeno.
Recuerdo tu mano rozar mi mejilla, tu sonrisa, tus lagrimas, la sensación de quererme subir a abrazarte y el enorme temor a lastimarte. La enorme felicidad de por fin encontrarte después de lo que parecía una eternidad sin ti.
Ahora se que ese día fue la despedida,
Ahora comprendo porque esa fue la única y ultima vez que me permitieron cruzar esas puertas.
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